martes, 10 de julio de 2012

El triunfo de los mediocres




Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no se terminarán cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o una huelga general. Reconocer que el principal problema de España no es Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país mediocre. Ningún país alcanza semejante condición de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase dirigente. Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan. 
Porque son de los nuestros. Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado  natural de las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos sirven para negar la evidencia.
Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente 
basura. 
Mediocre es un país que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara inglés o tuviera unos mínimos conocimientos sobre política internacional. 
Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas del terrorismo. 
Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo desarrollado. Mediocre es un país que no tiene una sola universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores investigadores a exiliarse para sobrevivir.
Mediocre es un país con una cuarta parte de su población en paro, que sin embargo, encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país vecino bromean sobre sus deportistas. 
Es mediocre un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada –cuando no robada impunemente- y la independencia sancionada. Un país que ha hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza en el concurso Gran Hermano, por políticos que insultan sin aportar una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se esfuerza. 
Mediocre es un país que ha permitido, fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.
                                                                      
                                                                                                                   Forges- Mayo 2012

Rajoy regresa al planeta de los simios



El insomnio le ganaba la batalla al cansancio. Los titulares del día martilleaban en mi cerebro, y, quizás en mis hígados. El intacto trasunto de la realidad me producía una terrible desazón. En la frontera onírica, aquella que tan bien describió el rey-poeta Al Mutamid, resbalaban las pesadillas.
Veía la estatua de Las Cibeles inclinada y medio hundida sobre un lodazal de decretazos, medicamentazos y matriculazos. Alguien, con la misma cara de Charlton Heston gritaba: ¡Yo os maldigo a todos! ¡Os maldigo!
En el violeta y azul de la noche me di cuenta. El gobierno del PP, nos había hecho regresar al planeta. Al de los simios. Rajoy, huyendo por un garaje, era el gran simio. Y allí estaban sus monos, y sus monas, armados de decretos, reduciéndonos a esclavos. Sin derecho al trabajo, a la sindicación, a la negociación colectiva, a la huelga. Sin medicinas, sin escuelas, sin pensiones. Reprimiendo y criminalizando las protestas, con un ejército de monos policías, comandados por el gorila Fernández.
Y la mona Soraya, y la chimpancé Esperanza y la monita Mato, morena de rayos UVA y subida a un Jaguar. Jadeaba en blanco y los monos me acosaban. Atacaban mi pensión, mordían las matriculas de mis hijos y me robaban la cartera. Era el terrorismo institucional de los monos en el poder. La drogadicción a causar el mal ajeno. Y los oía en sus declaraciones a una televisión intervenida por el titi Urdaci: ¡Si solo son cuatro cafés!
En carne viva. Los simios lo controlaban todo. Ponían condenas de cuatro años a la calavera de Gandhi, compraban arsenales de pelotas de goma y blindaban el acceso a los ayuntamientos, al ejemplo de Nieto, el monito cordobés. Y esta marabunta de simios nos devoraba.
Unos llevaban tatuada la cruz gamada y otros, directivos de un club de monos, querían pasarse a cuchillo a todos los sindicalistas y a los que se atrevieran a hacer huelga. La cultura consistía en convertir su violencia en folclore, la estafa de crisis y su ocupación del poder en una coartada para acabar con todos los derechos.
Entre patrulla y furgón policial, acerté a ver al gran simio Rajoy, en una visita oficial a Bostwana, declarar abolida la Constitución y proclamar el estado de sitio simiesco. Solo los monos, los simios como él, tendrían derecho a la vida, las pensiones y las medicinas gratis.
Antes de despertarme, sobresaltado, vi una gran llama de esperanza, con Rajoy huyendo en busca de su garaje, La Moncloa, comenzaba a arder.
Ya despierto, no paraba de gritar: ¡Monos de mierda, yo os maldigo!
________________________
* Lucas León Simón
Naci en Córdoba en Agosto de 1947 en el seno de una familia republicana, represaliada por el franquismo. A los catorce años comencé a trabajar en la empresa Cenemesa, mas tarde Westinghouse y más tarde ABB. Me inicie en el sindicalismo y la política clandestina al mismo tiempo. Fui concejal del Ayuntamiento de Córdoba entre 1983 y 1987 en el gobierno de Julio Anguita. Desde 1985 he ejercido el periodismo de opinión en medios como Diario 16, Nuevo Diario de Córdoba, La Tribuna, La Información, Diario de Andalucía y Agencia Efe.