El insomnio le ganaba la batalla al cansancio. Los titulares
del día martilleaban en mi cerebro, y, quizás en mis hígados. El intacto
trasunto de la realidad me producía una terrible desazón. En la frontera
onírica, aquella que tan bien describió el rey-poeta Al Mutamid, resbalaban las
pesadillas.
Veía la estatua de Las Cibeles inclinada y medio hundida
sobre un lodazal de decretazos, medicamentazos y matriculazos. Alguien, con la
misma cara de Charlton Heston gritaba: ¡Yo os maldigo a todos! ¡Os maldigo!
En el violeta y azul de la noche me di cuenta. El gobierno
del PP, nos había hecho regresar al planeta. Al de los simios. Rajoy, huyendo
por un garaje, era el gran simio. Y allí estaban sus monos, y sus monas,
armados de decretos, reduciéndonos a esclavos. Sin derecho al trabajo, a la
sindicación, a la negociación colectiva, a la huelga. Sin medicinas, sin
escuelas, sin pensiones. Reprimiendo y criminalizando las protestas, con un
ejército de monos policías, comandados por el gorila Fernández.
Y la mona Soraya, y la chimpancé Esperanza y la monita Mato,
morena de rayos UVA y subida a un Jaguar. Jadeaba en blanco y los monos me
acosaban. Atacaban mi pensión, mordían las matriculas de mis hijos y me robaban
la cartera. Era el terrorismo institucional de los monos en el poder. La
drogadicción a causar el mal ajeno. Y los oía en sus declaraciones a una
televisión intervenida por el titi Urdaci: ¡Si solo son cuatro cafés!
En carne viva. Los simios lo controlaban todo. Ponían
condenas de cuatro años a la calavera de Gandhi, compraban arsenales de pelotas
de goma y blindaban el acceso a los ayuntamientos, al ejemplo de Nieto, el
monito cordobés. Y esta marabunta de simios nos devoraba.
Unos llevaban tatuada la cruz gamada y otros, directivos de
un club de monos, querían pasarse a cuchillo a todos los sindicalistas y a los
que se atrevieran a hacer huelga. La cultura consistía en convertir su
violencia en folclore, la estafa de crisis y su ocupación del poder en una
coartada para acabar con todos los derechos.
Entre patrulla y furgón policial, acerté a ver al gran simio
Rajoy, en una visita oficial a Bostwana, declarar abolida la Constitución y
proclamar el estado de sitio simiesco. Solo los monos, los simios como él,
tendrían derecho a la vida, las pensiones y las medicinas gratis.
Antes de despertarme, sobresaltado, vi una gran llama de
esperanza, con Rajoy huyendo en busca de su garaje, La Moncloa, comenzaba a
arder.
Ya despierto, no paraba de gritar: ¡Monos de mierda, yo os
maldigo!
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* Lucas León Simón
Naci en Córdoba en Agosto de 1947 en el seno de una familia republicana,
represaliada por el franquismo. A los catorce años comencé a trabajar en la
empresa Cenemesa, mas tarde Westinghouse y más tarde ABB. Me inicie en el
sindicalismo y la política clandestina al mismo tiempo. Fui concejal del
Ayuntamiento de Córdoba entre 1983 y 1987 en el gobierno de Julio Anguita.
Desde 1985 he ejercido el periodismo de opinión en medios como Diario 16, Nuevo
Diario de Córdoba, La Tribuna, La Información, Diario de Andalucía y Agencia
Efe.
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